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ZARAGOZA TE HABLA  

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Author: MANUEL ALCAINE

Language: es-es

Genres: History

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Zaragoza te habla - La Plaza de España
Wednesday, 15 June, 2022

En el programa de hoy, noveno y último de la presente temporada, vamos a centrarnos en una breve aproximación a la historia de la actual plaza de España. Para los habituales del programa, seguro que os acordáis que hace un par de temporadas dedicamos un programa a las dos plazas de España que llegó a tener casi al mismo tiempo Zaragoza en 1937 y cómo se solucionó esa duplicidad. En esta ocasión, vamos a recordar la no muy larga pero intensa vida de este singular y moderno espacio ciudadano, tan cambiante como la historia de la que ha sido testigo desde hace poco más de doscientos años. Desde la Edad Media y hasta 1808 el espacio de la plaza era muchísimo más reducido, pues desde mediados del siglo XV estaba constreñida por el enorme hospital de Gracia y desde finales del siglo XIII por la iglesia y huerta del gran convento de San Francisco, que precisamente le daba nombre al pequeño espacio comprendido entre el Coso de Carabaceros y el de los Pelliceros, junto a la Puerta Cineja. En esta diminuta plaza de San Francisco destacaba al este y desde el siglo XV el monumento votivo denominado “Cruz del Coso”, que fue reedificado en 1632 y remodelado en su ornato en 1761. La plaza se abría hacia el sur a la estrecha calleja de Santa Engracia, que conducía a ese monasterio y a la puerta del mismo nombre, que por la escasa anchura y categoría de la citada calleja no era entrada principal a la ciudad desde el suroeste, en beneficio de la Puerta del Carmen. Todo cambió con los asedios franceses de principios del siglo XIX, que transformaron radicalmente esta zona de la ciudad por el impacto destructivo tanto en el hospital de Gracia como en el convento de San Francisco, de tal forma que la nueva administración ocupante proyectó aquí el primer ensanche contemporáneo mediante un nuevo paseo Imperial que abría la ciudad hacia el sur entre las ruinas de la antigua plaza de San Francisco y el monasterio de Santa Engracia. Desde entonces la ligazón de la plaza con el nuevo paseo fue absoluta, convirtiéndose desde entonces y de esta forma en el nuevo centro urbano. La salida francesa de la ciudad en 1813 supuso que la plaza conoció el primer cambio de nombre, al recibir el del “Deseado” monarca absoluto Fernando VII. La época isabelina le otorgó el nombre con el que desde 1837 sería conocida durante una centuria: plaza de la Constitución, y además conoció el lento despeje de las ruinas de la guerra y la progresiva urbanización de la nueva plaza, con algunos de sus referentes visuales que desde entonces la caracterizarían, destacando entre ellos la Fuente de la Princesa desde 1845, el palacio de la Diputación Provincial desde 1858 y el Gran Hotel de Europa desde 1861. El creciente prestigio social de la plaza fue creciendo en paralelo a la ubicación en ella y en sus aledaños de algunos de los mejores comercios y hoteles de la ciudad, amén de algunos de los más importantes cafés como el Suizo, el Gambrinus, la Perla, el Oriental y el Royalty. Esta plaza fue además epicentro de las líneas de tranvías que desde 1885 y con tracción a sangre vertebraron el transporte urbano: Bajo Aragón, Torrero, Arrabal, Madrid y Circunvalación. Desde 1902 los modernos tranvías eléctricos continuaron este hecho. La llegada del siglo XX trajo la primera gran transformación de la plaza, cuando la Fuente de la Princesa fue desmantelada en 1902 y sustituida por el monumento a los Mártires de la Religión y la Patria, de la misma forma que el monumento a Pignatelli era removido de la plaza de Aragón y sustituido por el del Justiciazgo. Este cambio se llevó por delante los tradicionales aguadores de la plaza e incluyó también la primera de las numerosas reformas de la isleta central que la rodeaba primero la fuente y luego el monumento, desde entonces cada vez más supeditada al creciente tráfico rodado conforme avanzaban las décadas del siglo. En los años veinte tuvo lugar otra reforma de la isleta central, la desaparición de los cuatro decimonónicos quioscos de la plaza, y el surgimiento de varios edificios de otras tantas entidades bancarias que desde entonces dieron nuevo significado a la plaza: primero había sido el pionero banco Hispano-Americano a mitad de los años diez (sustituido en los años cuarenta por un inmueble más moderno), luego el Zaragozano y también la compañía de seguros La Catalana a finales de los años veinte, y a principios de los años treinta la nueva sede del Banco de España, construido sobre el solar del Gran Hotel de Europa, e inaugurada en 1936. En esas primeras décadas del siglo XX la plaza se convirtió en escenario habitual de actos públicos generalmente de contenido religioso y militar, además de los protagonizados por la comparsa de Gigantes y Cabezudos. Como una de las consecuencias de la sublevación militar contra la Segunda República española en julio de 1936, la plaza fue cambiada de nombre por última vez hasta la fecha, de forma que desde 1937 es la plaza de España, aunque para ello hubiera que cambiarle el nombre a la plaza de España proyectada y trazada en el ensanche de Miralbueno, que desde entonces tiene el nombre de San Francisco. Otra reforma de la plaza esta vez en 1942 dibujó un escenario de transición que perduraría casi veinte años, hasta la gran reforma de 1961 que, vinculada a la sustitución del bulevar del paseo de la Independencia por una autopista urbana, convirtió la plaza de España en una rotonda automovilística reforzada por el programado desmantelamiento de las líneas de tranvía, sustituidas de forma progresiva por autobuses urbanos. Relacionado con esta intervención, a mediados de los años sesenta dio sus últimos coletazos el viejo proyecto de prolongar el paseo de la Independencia hasta la plaza del Pilar, derribando la parte del caserío del Casco Viejo correspondiente. Afortunadamente, este proyecto se quedó en eso, en un proyecto. Mientras tanto, el decimonónico edificio de la Diputación Provincial fue derribado y sustituido a mediados de los años cincuenta por el actual palacio proyectado por el arquitecto Teodoro Ríos Balaguer. La denominada “transición” política de mediados de los años setenta conoció una nueva intervención en la plaza, que desde esos años se convirtió también en epicentro de las crecientes movilizaciones y manifestaciones que caracterizaron esa época y la democracia recuperada. A principios del siglo XXI la plaza de España fue objeto de una intervención integral al hilo de la famosa reforma del paseo de la Independencia mediatizada por el descubrimiento de los restos arqueológicos del antiguo arrabal musulmán de Sinhaya, y en 2011 tuvo lugar la última gran reforma hasta la fecha, en esta ocasión provocada por la afortunada instalación del tendido de la línea 1del recuperado tranvía urbano. La actual plaza de España es un espacio urbano absolutamente referencial en la ciudad, si bien hace ya tiempo que no es el “centro” de la ciudad. Conocer su historia, por ello, es también entenderla mejor. Nos escuchamos y leemos el curso que viene. Un cordial saludo. -José María Ballestín Miguel-

 

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