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Había una vez...Un cuento, un mito y una leyendaAuthor: Juan David Betancur Fernandez Language: es Genres: History, Kids & Family, Stories for Kids Contact email: Get it Feed URL: Get it iTunes ID: Get it |
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718. El invitado de Paja (Infantil)
Episode 45
Wednesday, 26 November, 2025
Hacer click aquí para enviar sus comentarios a este cuento.Juan David Betancur Fernandezelnarradororal@gmail.comHabía una vez en medio de un muy pequeño campo de maíz en las afueras de un pueblo tranquilo, un espantapájaros llamado Palito. Palito Llevaba años allí, con su sombrero deshilachado y su camisa de cuadros, observando la casa de la familia Miller que eran los dueños de aquel pequeño cultivo. La Familia Miller era muy pobre pero siempre sembraban su pequeña parcela con maíz para ser vendido durante la cosecha. Palito estaba allí para ahuyentar las aves que se comían el maíz y siempre hacia su trabajo lo mejor posible.Aquel año había sido especialmente duro y el Señor Miller temía que iba a tener que vender su casa y su parcela para pagar las deudas. Sin embargo, confiaba en que Dios oiría sus plegarias especialmente ahora que había llegado el Día de Acción de Gracias.Cada año, cuando llegaba el Día de Acción de Gracias, Palito sentía una punzada de tristeza en su pecho de heno. Veía el humo salir de la chimenea, olía el aroma del pavo asado y el pastel de calabaza, y escuchaba las risas amortiguadas por los cristales. Su único deseo era saber qué se sentía al ser parte de esa calidez, aunque fuera por una sola noche.Ese año, el invierno llegó temprano y el viento era helado. "Nadie debería estar solo hoy", pensó Palito. Con un esfuerzo sobrenatural que solo ocurre en las noches mágicas, logró desengancharse de su estaca. Sus piernas de paja crujieron. Se acomodó el sombrero, se sacudió un par de cuervos dormidos y caminó torpemente hacia la casa de los Miller.Al llegar al porche, dudó. ¿Qué pensarían? Se armó de valor y dio tres golpes secos a la puerta: Toc, toc, toc.La puerta se abrió y apareció la señora Miller. Se quedó mirando a la figura extraña: un hombre rígido, con el rostro oculto bajo la sombra del sombrero y paja asomando por los puños de la camisa y unas manos extrañas que parecían hechas con palitos.—Buenas noches —dijo Palito con una voz rasposa, como hojas secas arrastradas por el viento—. Soy... un viajero perdido.Hubo un silencio tenso. De repente, el señor Miller apareció detrás de su esposa, sonrió ampliamente y dijo: —¡No se diga más! En esta casa nadie cena solo en Acción de Gracias. ¡Entra, amigo!Lo sentaron en la cabecera. La mesa estaba llena de manjares. Palito no podía comer, por supuesto; no tenía estómago. Pero la familia no pareció notarlo. Los niños, dos gemelos curiosos, le contaban historias sobre la escuela. El abuelo le servía sidra (que Palito dejaba intacta disimuladamente) y la señora Miller le acercaba los platos para que oliera el vapor.Palito nunca había sido tan feliz. Se sentía humano. Se sentía vivo. Escuchó, asintió y su corazón de paja se llenó de una gratitud inmensa.Cuando el reloj marcó la medianoche, Palito supo que la magia se acababa. Se levantó bruscamente. —Debo irme —susurró—. Gracias por el calor.Salió corriendo hacia el campo antes de que pudieran detenerlo. Volvió a su estaca, se colgó de nuevo y se quedó inmóvil, justo cuando el sol comenzaba a salir.A la mañana siguiente, el señor Miller salió al porche con una taza de café. Miró hacia el campo de maíz y pero esta vez le llamo la atención aquel espantapájaros que siempre estaba pero que el nunca observaba. Hoy este espantapájaros se veía diferente. Brillaba bajo el sol de la mañana con una luz que transmitía felicidad—Papá —dijo uno de los gemelos, saliendo a su lado—, ¿crees que al señor Palito le gustó la cena?El señor Miller sonrió, sin mostrar sorpresa alguna por la pregunta de su hijo. —Estoy seguro de que si.El señor Miller caminó hasta el espantapájaros para acomodarle el sombrero. Al acercarse, notó algo extraño en













